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CHINA ¿UN NUEVO IMPERIALISMO EN AMÉRICA LATINA? ¿IMPERIALISMO EN CONSTRUCCIÓN?


China en América Latina: ¿Un nuevo imperialismo?


Raúl Zibech

© REUTERS/ Thomas White

China realiza inversiones gigantescas en el mundo, habiéndose convertido en el segundo inversor global detrás de EEUU. En América Latina, algunos políticos de la derecha aseguran que China actúa como un nuevo imperialismo, aunque está lejos de comportarse de ese modo.

Según el último informe de la CEPAL ('La inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe'), en 2016 las inversiones de China en el exterior alcanzaron un nuevo máximo histórico: 183.100 millones de dólares, que representaron un incremento del 43,5% respecto al año anterior.

En Estados Unidos, en 2016, las firmas chinas realizaron importantes adquisiciones en los sectores de hardware y electrónica de consumo, bienes raíces y la industria del espectáculo.

En Europa las inversiones de China se orientaron mayoritariamente hacia las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC), el transporte, la energía, la infraestructura y la maquinaria industrial.

El Centro de Documentación e Información de Bolivia (CEDIB) sostiene que China "ha logrado desplazar silenciosamente muchos de los roles que eran asumidos por el grande del norte y ha conseguido establecerse e incidir en las nuevas condiciones geopolíticas regionales, logrando asumir un rol importante en la economía de varios países latinoamericanos".

Las relaciones entre América Latina y China tienen dos ejes: por un lado la exportación de 'commodities', desde soja hasta hidrocarburos y minerales sin procesar; por otro, importantes préstamos a cambio de petróleo, sobre todo en los casos de Ecuador y Venezuela. Como señala el CEDIB, los préstamos "han superado a cualquier otra agencia de cooperación o relación bilateral entre países", en concreto el FMI y el Banco Mundial.

Sin embargo, China ha prestado a países que no tenían acceso al mercado financiero global ya que estaban restringidos o vetados por razones estrictamente políticas, con es el caso de Argentina (durante la gestión de Cristina Fernández de Kirchner) y Venezuela.

Se trata de indagar si las características de las relaciones de China con América Latina reproducen alguno de los patrones "imperialistas" que han caracterizado los vínculos de Estados Unidos y de la Unión Europea con la región.

En varios países, los medios promueven la impresión de que China se comporta de modo imperialista, desde Venezuela hasta Argentina, donde el periodista Rolando Hanglin sostiene que los latinoamericanos, "cuando lloren bajo la bota de los chinos", recordarán lo beneficioso que fue "el imperialismo yanqui".

Las características básicas del imperialismo fueron fijadas por un conjunto de pensadores a principios del siglo XX. Todos coinciden en que es consecuencia del dominio del capital financiero sobre el capital productivo, como consecuencia de la concentración y de la formación de grandes monopolios.

La segunda característica es que la exportación de capital sustituye la preeminencia de la exportación de mercancías. O sea, se asiste al fin de la libre competencia y de la hegemonía de la producción por el predominio de la especulación.

Este proceso desembocó, a comienzos del siglo XX, en el reparto del mundo entre las grandes potencias a través de las posesiones coloniales, primero, y de la intervención diplomática o directamente militar sobre otras naciones. Porque el imperialismo no es sólo un fenómeno económico.

Desde 1823, cuando la Doctrina Monroe proclama que América Latina se considera "esfera de influencia" de Estados Unidos, se han producido unas 50 intervenciones militares en la región, la mitad de ellas en la primera parte del siglo XX. El objetivo era derrocar gobiernos que Washington consideraba "enemigos" e impedir que personalidades o partidos contrarios a sus intereses llegaran al poder.

En base a estas consideraciones, podemos asegurar que China no practica una política imperialista, por lo menos en América Latina.

En primer lugar, en China no se registra una hegemonía del capital financiero sino del capital productivo. El Dragón se ha convertido en el taller del mundo, la primera economía industrial, pero su sistema financiero no ocupa el timón de mando del país.

La segunda cuestión es que en China hay, efectivamente, monopolios y grandes empresas de carácter capitalista. Pero las firmas que operan en el extranjero suelen ser estatales, como los grandes bancos, y aún las empresas privadas tienen fuertes vínculos con el Estado. No existe en China, como en los países imperialistas, una oligarquía financiera que ocupa lugares destacados en la dirección política de esas naciones.

La tercera es la más importante. China no tiene una política de intervención e injerencia en los asuntos de otros países, ni ha desplegado una política de anexiones, ni que promueva derribar gobiernos para instalar gobernantes afines, como han hecho Inglaterra y Francia durante siglos y los Estados Unidos desde hace 150 años en América Latina.

Mientras Estados Unidos tiene 850 bases militares en el mundo, China acaba de abrir su primera base militar en Yibuti, para asegurar el flujo de petróleo a través del mar Rojo, ya que depende de la importación de hidrocarburos para que su economía funcione. En sus relaciones con los países latinoamericanos, ha sido respetuosa de los gobiernos y no practica injerencia.

Pero hay un elemento quizá más relevante. Quienes acusan a China de imperialismo suelen olvidar que esa es una tradición de los países occidentales. En la historia reciente China fue invadida tres veces (las dos guerras del opio en el siglo XIX y la invasión japonesa en el siglo XX), de modo que se sitúa entre los países que fueron víctimas del colonialismo y del imperialismo.

Aún es pronto para saber si las inversiones chinas en América Latina instalan relaciones asimétricas que perjudican a los países exportadores de materias primas. Al igual que otros países que han sufrido invasiones y dominación, China se empeña en rediseñar el mundo unipolar para transitar hacia otro multipolar, con lo que todos los países del Tercer Mundo saldrán beneficiados. En realidad, quienes apuntan a China como imperialista prefieren que el verdadero imperialismo, el yanqui, siga dominando nuestros países.

Fuente: https://mundo.sputniknews.com/firmas/201709211072543143-politica-latinoamerica-asia-pekin-relaciones/

China – Un imperialismo en construcción



China día a día es un actor que va ganando presencia en la vida económica de varios países, entre otros la Argentina. Prueba de este incremento gravitatoria son las inversiones energéticas que están desarrollando en Neuquén, y los acuerdos comerciales que ha entablado con nuestro país en los últimos años, acuerdos que la ubican actualmente como el segundo principal socio comercial de nuestro país. En este marco entendemos que, más allá de algunas definiciones que deben ser debatidas, el articuló de Pierre Rouesset (dirigente del NPA y del SU) es un sugerente aporte a un debate sobre el rol de China en el marco del sistema imperialista mundial. (N. de la R.)

China no es un “país emergente”, sino una potencia emergida. No es un “subimperialismo” que vela por el orden en su región, sino un imperialismo “en proceso de constitución”. La nueva burguesía china quiere jugar en la cancha de los más grandes. El éxito de su proyecto todavía no está asegurado, ni mucho menos, pero esa ambición es la que dicta su política internacional y regional, económica y militar.
Las nuevas “potencias emergentes” suelen agruparse bajo las siglas BRICS, que se refieren a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Efectivamente, estos países intentan formar un bloque en el marco internacional, organizando “cumbres” (la 5ª tuvo lugar en Durban en 2013 y la siguiente tiene lugar estos días en Fortaleza). Han anunciado la creación de un banco internacional de desarrollo controlado por ellos, alternativo al Banco Mundial. Compiten con los países imperialistas tradicionales en el acceso a las riquezas, en especial en el continente africano. El balance de este proyecto es de momento bastante mediocre, pero queda la tentación de formular un “análisis crítico común” de los BRICS con el fin, en particular, de reforzar la capacidad de “resistencia Sur-Sur y de solidaridad” populares, oponiendo los “brics de abajo” a los “BRICS de arriba”/1.

Patrick Bond, militante destacado del movimiento altermundialista y profesor comprometido sudafricano/2, desarrolla su análisis en un reciente artículo publicado en Pambazuka/3. Si para los defensores “más radicales” del bloque de los BRICS, este comprende un “potencial antiimperialista”, también encierra “peligros mucho más importantes”: que esos Estados desempeñen “funciones de ‘subimperialismo’, contribuyendo al mantenimiento del régimen neoliberal”. El análisis de Bond es matizado y diferencia la situación de los diversos países en cuestión, planteando incluso la posibilidad de que algunos de ellos participen en conflictos “interimperialistas”, como está haciendo Rusia en Ucrania/Crimea. Sin embargo, en todo caso aplica el concepto de “subimperialismo” a todos los componentes del “bloque”, China incluida.

Como señala Bond, la noción de Estados subimperialistas se remonta a muchos años atrás: evocada en 1965 por Ruy Mauro Marini para describir el papel de la dictadura brasileña en el hemisferio occidental, se “empleó repetidamente en la década de 1970”. Ahí es donde la cosa empieza a no encajar: es cierto que hoy en día siguen existiendo “subimperialismos”, pero las condiciones de ascenso de la potencia china son tan distintas de las de los Estados de los que se hablaba entonces que es dudoso que el mismo término permita comprender la especificidad del caso chino. No cabe duda de que el régimen chino actual ha contribuido a ampliar (¡y cómo!) la esfera de acumulación del capital internacional, que se ha integrado en la globalización y la financiarización de la economía, que ha legitimado el orden dominante adhiriéndose a la OMC combatida por todos los movimientos sociales progresistas y que ha entregado a las multinacionales una mano de obra carente de derechos y explotable a voluntad (los migrantes del interior); todo esto forma parte de la función que tienen asignada tradicionalmente los subimperialismos. Al hacerlo, China podría haberse convertido de nuevo en un país dominado como los demás por las potencias imperialistas tradicionales. Esta posibilidad parecía materializarse en la década de 2000, pero la dirección del Partido Comunista Chino (PCC) y el nuevo capitalismo burocrático chino tomaron una decisión distinta. Contaban con la baza de la herencia de la revolución maoísta, que había roto los lazos de dependencia del imperialismo, cosa que no se puede decir de ningún otro miembro del BRICS aparte de Rusia; además, a diferencia de esta última, el partido en el poder ha sabido pilotar el proceso de transición capitalista sin solución de continuidad, cambiando profundamente la estructura de clase de la sociedad china/4.

Esto no significa que los demás Estados más o menos calificables de subimperialistas (de Brasil a Arabia Saudita, pasando por Sudáfrica e Israel) sean simples títeres en manos de Washington; pero la lógica que sigue la política internacional de Pekín es cualitativamente diferente. Cuando Brasil envía tropas a Haití, o India a Sri Lanka, cumplen el papel de gendarmes regionales en defensa del orden mundial. En Asia oriental, China ha emprendido un pulso con Japón –cosa muy distinta– y con ello desafía a EE UU: puesto que ya es miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y posee oficialmente el arma nuclear, reclama el pleno reconocimiento como potencia.

Economía y estrategia

Para impulsar estas nuevas ambiciones, Pekín cuenta con una base económica muy superior a la de Rusia, que depende en mucha mayor medida de su capacidad militar. El peso de China en la economía global ha crecido de forma rápida e impresionante. ¿Hasta dónde le llevará este ascenso como potencia? Para Bruno Jetin, en este terreno sigue habiendo una gran incertidumbre/5. En términos absolutos, China posee desde 2010 el segundo producto interior bruto mayor del mundo, por detrás del de EE UU, pero superando a los de Japón y Alemania. Si se mantiene la tendencia actual, podría llegar a ocupar el primer puesto dentro de pocos años/6. Lo importante en este terreno no es la precisión de los cálculos o pronósticos, sino la tendencia.

China también es el segundo mercado, uno de los principales prestamistas y la primera “fábrica” del mundo; una posición que la competencia de otros países asiáticos de mano de obra muy barata no puede disputarle fácilmente, pues el país posee además numerosas ventajas extrasalariales. Más difícil es calibrar las posibilidades de la economía china de avanzar significativamente en el ámbito de la innovación tecnológica. Gracias, una vez más, a su independencia con respecto a los imperialismos tradicionales, el régimen está en condiciones de negociar importantes transferencias de tecnología, pero todavía no ha dado un salto adelante en materia de innovaciones autóctonas radicales/7. Un escollo que la dirección del PCC pretende superar próximamente (incluso mediante la adquisición de empresas occidentales). China acaba de afirmar su peso en un nuevo terreno, interviniendo en calidad de “gendarme internacional” de la competencia para bloquear una operación multinacional (a la sazón europea) que no afectaba directamente a ninguna de sus propias empresas: la alianza entre las líderes mundiales del transporte marítimo Maersk (danesa), MSC (italo-suiza) y CMA-CGM (francesa), pese a que ya contaba con el visto bueno de Bruselas y Washington/8. La elección del sector –el transporte marítimo– para esta intervención sorpresa no se debe al azar: China es el primer país exportador del planeta.

La cuestión de fondo es esta: ¿es sostenible el “modelo chino” de desarrollo capitalista? No está claro que sea capaz de resistir a la explosión de burbujas especulativas (como en el sector inmobiliario) o a una fuerte crisis social, a una nueva recesión mundial, al estallido de un conflicto en Asia oriental o a graves tensiones con el capital chino multinacional. Este modelo ha configurado una sociedad marcada por grandes desigualdades, similar a las de numerosos países latinoamericanos y distinta de las de los países occidentales (aunque en EE UU impera asimismo una gran desigualdad y hay países europeos en proceso de “tercermundialización”). La corrupción gangrena el país hasta el punto de que pone en peligro la aplicación de las orientaciones económicas. Cada vez más familias muy ricas –incluidas las que forman parte de las altas esferas del régimen– se lanzan a la especulación y utilizan los paraísos fiscales para evitar los controles oficiales. La coherencia del “capitalismo burocrático” está siendo cuestionada por el ascenso de capitalistas privados y minada desde dentro por el individualismo de los “príncipes rojos”, hijos de los jerarcas del partido. Ahora bien, es justamente este núcleo central de la clase dominante actual el que pilota el proyecto estratégico de constitución del nuevo imperialismo, el que le da su fuerza; si se quiebra, ¿cómo se llevará a cabo la reconversión?

Dicho esto, hoy por hoy la política económica internacional china no solo persigue obtener beneficios, sino también sentar las bases que requiere una superpotencia. En lo tocante a las materias primas, China carece de casi todo, o carecerá en el futuro; compra masivamente tierras agrícolas y yacimientos (petróleo, gas, metales raros…) en todo el mundo y adquiere el control de empresas multinacionales/9; se asegura la capacidad de intervenir directamente en la producción de esas empresas mediante el nombramiento de sus gerentes, aunque también exportando mano de obra china (África…) o reclutando preferentemente a nacionales del país que hablan chino (Vietnam…). Paralelamente, intenta asegurar las vías de comunicación intercontinentales adquiriendo puertos/10 o aeropuertos, invirtiendo en la marina mercante y desplegando progresivamente su flota militar con motivo, en particular, de operaciones contra la piratería en alta mar.

Adquisición de deudas soberanas o de entidades bancarias, diversificación de sus reservas de cambio, creación de cajas de compensación en yuanes en Londres, Fráncfort y Singapur, y próximamente en París… China refuerza su posición en las finanzas internacionales después de hacer un uso eficaz de Hong-Kong con el mismo fin. En octubre de 2013, el yuan chino sustituyó al euro como segunda divisa en la financiación del comercio internacional a pesar de no ser todavía completamente convertible/11. Es verdad que en el conjunto de las transacciones financieras internacionales el yuan aún no es más que la séptima moneda del mundo en importancia (situándose muy por detrás del euro) y que la supremacía del dólar no está en entredicho, pero Pekín puede beneficiarse de las inquietudes provocadas por la manera en que EE UU exige un derecho de inspección de las cuentas en dólares en el mundo entero e impone su normativa fuera de sus fronteras con respecto a cualquier transacción comercial pagadera en su moneda, como ilustra el asunto BNP Paribas, literalmente colocado bajo tutela/12. En estas condiciones está claro que se reforzará la búsqueda de divisas alternativas.

China también gana puntos en otro sector dominado por los imperialismos tradicionales. Según el último informe del Sipri (Instituto Internacional de Investigación sobre la Paz de Estocolmo), por primera vez desde el final de la guerra fría, China se sitúa entre los cinco mayores países exportadores de armas, un quinteto que hasta ahora no incluía más que a EE UU y países europeos/13. Con el 6 % de las ventas, alcanza el cuarto puesto, justo por detrás de Alemania (7 %), superando a Francia (5 %) y al Reino Unido (4 %), que queda relegado al sexto puesto/14.

El conflicto marítimo en Asia oriental

Es en Asia oriental donde las tensiones entre China, los países vecinos y EE UU son más agudas. Esto no es nuevo: Washington desplegó en la región fuertes dispositivos para contener la ola de revoluciones iniciada en la época de la segunda guerra mundial. Tras la conquista del poder por las fuerzas maoístas en 1949, tejieron toda una red de bases militares alrededor de China, desde Corea del Sur hasta Tailandia, pasando por Japón (Okinawa) y Filipinas. El estallido del conflicto chino-soviético, cuando Moscú firmó un acuerdo nuclear con Washington a espaldas de China, reforzó el síndrome de asedio en Pekín. Lo que ha cambiado, en revancha, es la naturaleza social del Estado chino y, al mismo tiempo, la política que aplica para romper la amenaza de aislamiento físico que cree que se cierne sobre el país/15.

Esta política tiene actualmente una vertiente económica asociada a la exportación masiva de capital, que es uno de los marcadores de la aparición de un nuevo capitalismo chino arrasador, y a la proliferación de relaciones comerciales. Pekín crea una doble dependencia en países de la región: por la importancia del mercado chino para sus economías y por el crecimiento de sus inversiones en un buen número de países vecinos. Así, el PCC ya no se lo piensa dos veces a la hora de pasar por encima del régimen norcoreano para reforzar directamente sus relaciones con Corea del Sur. Pekín seduce con la oferta de una pax sinica que permitiría sancionar esas relaciones de dependencia económica, si bien esta política también suscita crecientes resistencias sociales y nacionales en los lugares en que las poblaciones son víctimas del dumping comercial y del comercio transfronterizo desigual (Tailandia…), se sienten amenazadas por gigantescas obras de infraestructura como las grandes presas (proyecto abortado en Vietnam, suspendido en Birmania…), sufren unas condiciones laborales excesivamente draconianas en empresas de capital chino (Vietnam…) o son expulsadas de sus tierras adquiridas por China (Filipinas…).

La implosión de la URSS y el fin del llamado periodo de guerra fría entre bloques ha desestabilizado en gran medida la situación geopolítica de Asia oriental, donde existen numerosos “puntos calientes”, es decir, crisis no resueltas que supuran desde hace décadas. En este contexto, Pekín pretende imponerse como un agente imprescindible en las maniobras diplomáticas internacionales. Este fue el caso, evidentemente, de la península coreana, pero ahora China también está presente en el tablero afgano. Esta resuelta política regional cuenta asimismo con una vertiente militar y territorial muy agresiva, que subraya hasta qué punto la pax sinica se caracterizaría por una gran desigualdad. Para nutrir un nacionalismo de gran potencia capaz de llenar el vacío ideológico que dejó la crisis del maoísmo, para dar legitimidad al régimen, para apropiarse de las riquezas marinas y también para asegurarse el acceso de su flota al océano Pacífico y a los estrechos del sudeste asiático, Pekín ha declarado suya casi la totalidad del mar de China (nombre que evidentemente rechazan los demás países ribereños). Se arroga derechos que en principio solo son aplicables a un mar interior y no a un eje de la navegación internacional. Impone de hecho sus reivindicaciones construyendo diversas estructuras militares en archipiélagos deshabitados, islotes, peñones y arrecifes que reclaman o poseen otros países de la región; anima a sus pescadores a faenar en todas partes bajo la protección de sus guardacostas y emprende sondeos petroleros con la instalación, el pasado 2 de mayo, de una plataforma de perforación ante la costa vietnamita.

En contra de la opinión de Vietnam, Malasia, Brunei y Filipinas, Taiwán y Japón, Pekín toma posesión o reivindica la totalidad de las islas Paracelso y Spratley, del atolón de Scarborough y de las islas Senkaku/Diaoyu, y extiende sus propias aguas territoriales de tal manera que a los demás países del sudeste asiático no les queda más que una parte diminuta. Han surgido puntos de fricción militar en el oeste con Vietnam y en el este con Japón. Si en el primer caso se han producido incidentes muy violentos, en el segundo una escalada “controlada” está haciendo sonar todas las alarmas desde que Tokio “nacionalizara”, en septiembre de 2012, las islas Senkaku/Diaoyu/16, hasta el punto de que el pasado mes de noviembre China proclamó una zona de identificación aérea que engloba este pequeño archipiélago.

Ninguna potencia quiere iniciar actualmente una guerra abierta en Asia oriental, pero de provocación en contraprovocación no cabe descartar posibles resbalones. No olvidemos que se trata de la región más nuclearizada del planeta, donde se encuentran cara a cara, como ilustra la crisis coreana, China, Rusia, EE UU y Japón, y de una región marcada asimismo por el ascenso de nacionalismos xenófobos y la militarización marítima (donde maniobran la primera, la tercera y la cuarta flota del mundo). EE UU no cesa de anunciar su gran retorno a Asia y la derecha nipona quiere anular las cláusulas pacifistas de su constitución: a pesar de la oposición de la mayoría de la población, el parlamento japonés acaba de adoptar una nueva “interpretación” de esta constitución para facilitar la participación de su ejército en operaciones exteriores…/17.

El fin de los bloques provocado por el hundimiento de la URSS y globalización capitalista han creado una situación de gran inestabilidad y no solo de interdependencia (EE UU depende de los capitales chinos y China del mercado estadounidense). Washington no puede cumplir a solas el papel de gendarme del mundo y unos cuantos “subimperialismos” regionales no bastan para ayudarle: le harían falta imperialismos aliados, aunque fueran “secundarios”; sin embargo, la Unión Europea brilla por su impotencia y Japón todavía no está en condiciones de levantar el vuelo por sí solo. Pekín aprovecha hoy por hoy este vacío, tanto en el plano militar como económico. No obstante, si prosigue la constitución del nuevo imperialismo chino (cosa que no está asegurada) sin que se produzca una crisis importante del régimen, no cabe duda de que vendrá acompañada de un aumento de las tensiones geopolíticas.

Está claro que Asia oriental no es la única región del mundo marcada por la inestabilidad y la proliferación de conflictos armados: Oriente Medio sigue siendo desde este punto de vista la región de lejos más “caliente”. Sin embargo, en Asia la confrontación entre todas las grandes potencias es más directa.

Notas
1/ Patrick Bond, Which way forward for the BRICS in Africa, a year after the Durban summit?, Pambazuka n° 673: http://pambazuka.org/en/category/fe. ..
2/ Universidad de KwaZulu-Natal.
3/ Patrick Bond, BRICS and the tendency to sub-imperialism, Pambazuka n° 673: http://pambazuka.org/en/category/fe. ..
4/ Véase sobre este proceso Pierre Rousset, D’où surgit le nouveau capitalisme chinois ? “Bourgeoisification” de la bureaucratie et mondialisation, ESSF (artículo 31179): http://www.europe-solidaire.org/spi . ..
5/ Véase Bruno Jetin, China: unavoidable rise or possible decline? en: Au Loong Yu, China’s Rise : Strength and Fragility, Merlin Press: Reino Unido 2013. Gran parte de los datos que siguen están sacados de este capítulo. Para una crónica del ascenso del capitalismo chino en la arena internacional, véase asimismo, en la misma obra, el capítulo de Au Loong Yu, China Going Global.
6/ Según los cálculos del FMI, basados en datos de fiabilidad discutible, como los tipos de cambio.
7/ En el sector del automóvil… http://www.autoactu.com/les-dangers. ..
8/ Denis Cosnard, Le Monde, 19 de junio de 2014.
9/ Es el caso, por ejemplo, del sector lácteo desde 2010, con adquisiciones de capital por parte de gigantes agroalimentarios controlados por el gobierno chino como Brigth Food: Nueva Zelanda fue el primer objetivo (no en vano este país es el primer exportador mundial de productos lácteos), y ofensivas en EE UU o en Europa y, últimamente, en Israel. Se trata tanto de asegurar la importación de productos, ingredientes o tecnologías en un sector muy sensible tras los repetidos escándalos sanitarios que afectaron en particular a la leche en polvo para bebés. En el sector cárnico está en marcha un proceso similar, con la compra por parte de WH Group, en 2013, de la empresa procesadora de porcino Smithfield; este es el grupo estadounidense más grande adquirido hasta la fecha por el capital chino.
10/ No hace mucho, el primer ministro chino acudió a Atenas para negociar, en particular, la ampliación de su participación en el puerto de Pireo, que el gobierno griego ha puesto en venta.
11/ Isabelle Chaperon, Le Monde, 29-30 de junio de 2014.
12/ El gran banco francés BNP Paribas ha sido condenado a una multa récord de 9.000 millones de dólares (entre otras sanciones) por haber comerciado en la divisa estadounidense con países sometidos al embargo de EE UU, pese a que tales operaciones se llevaron a cabo en Suiza. El caso es que toda transacción en dólares debe quedar registrada en un banco situado en EE UU, lo que permite la fiscalización por parte de la justicia estadounidense.
14/ http://books.sipri.org/product_info. .. Los dos principales países exportadores son, claro está, EE UU (29 %) y Rusia (27 %).
15/ En este marco no es posible entrar en detalles sobre la historia de la compleja política asiática de Pekín en la época maoísta.
16/ Pierre Rousset, ESSF (article 26587), Asie du Nord-Est: bruits de bottes pour une poignée d’îlots inhabités.
17/ Este artículo se centra en el ascenso de la potencia china. Para tratar la situación geopolítica en Asia oriental habría que desarrollar el papel propio de los imperialismos “tradicionales”, EE UU y Japón.

Fuente: https://www.mas.org.ar/?p=3347

CHINA: LA NUEVA POTENCIA IMPERIALISTA

SEGÚN LOS DATOS ECONÓMICOS DICTAMINADOS RECIENTEMENTE POR EL FMI CHINA ES LA SEGUNDA POTENCIA ECONÓMICA MUNDIAL POR DETRÁS ÚNICAMENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS, AUNQUE EN ÍNDICES COMO VOLUMEN DE EXPORTACIONES O SUPERÁVIT, ENTRE OTROS, YA ES LA PRIMERA POTENCIA MUNDIAL. ADEMÁS, EN ESTOS ÚLTIMOS AÑOS, EL CRECIMIENTO ECONÓMICO HA SIDO MAYOR DEL ESPERADO, PUES LAS ORGANIZACIONES ECONÓMICAS MUNDIALES NO PREVEÍAN QUE CHINA SUPERASE COMO POTENCIA EXPORTADORA A LOS ESTADOS UNIDOS HASTA EL AÑO 2019.
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BENEDICTO CUERVO ÁLVAREZ

Los datos económicos de China son muy buenos según podemos constatar en esta tabla estadística.


Como se puede observa a través de estos datos económicos recientes, China tiene un nivel económico-social envidiable si lo comparamos con cualquier país del mundo incluyendo países de Europa Occidental, Japón o los Estados Unidos. El PIB crece de forma elevada y sostenida en los últimos años por encima del 7 % anual, mientras que en muchos países de la UE crece tan solo unas décimas al año, el índice del desempleo está en algo más del 4%, mientras que la media de la Eurozona supera el 10% y en España el 25%, la edad de jubilación es baja ya que las mujeres se jubilan al cumplir los 50 años y los hombres los 60, la inflación anual es baja pues está en torno al 1,5 % anual, la balanza comercial China es positiva (en unos 600 millones de dólares al año) ya que exporta más de lo que importa y, por último, la deuda pública es también baja pues tan solo es de poco más del 22%, cuando muchos países europeos superan el 100%.

Pero ¿a qué se debe este fuerte crecimiento económico chino? ¿cómo fue capaz de llegar a superar, en pocos años, a los Estados Unidos?. Intentaré explicar, dentro de lo posible, esta fuerte expansión económica del país que Napoleón intuía para el futuro como una gran potencia al decir que: “Cuando China despierte el mundo temblará”.

LA EXPANSIÓN ECONÓMICA CHINA POR EL MUNDO.

Evidentemente estos buenos resultados económicos que ha conseguido China en los últimos años no son debidos a una política autárquica de autosuficiencia y desarrollo interno del país sino que, por el contrario, son debidos a las fuertes inversiones y capacidad exportadora capaz de llegar a cualquier parte del mundo en condiciones ventajosas. Además, ya son siete los distritos en los que el gobierno chino permite la libre empresa privada (hace unos años eran tan solo dos Hong-Kong y Sanghai) y se prevé que en los próximos años este modelo de empresa capitalista se extienda a todo el país.

En 2014, las exportaciones chinas subieron un 6,1%, mientras que las importaciones tan solo el 0,4% alcanzando un superávit de 600.000 millones de dólares.
Expansión China en África.

El comercio de China en África superó, el año pasado los 215.000 millones de dólares. Más de 2.600 empresas chinas operan en casi todos los países del continente africano. Empresas chinas controlan más del 65% de los contratos de obras en infraestructuras, con grandes negocios mineros, energéticos y de comunicaciones. Además la República China es el segúndo país proveedor de armas del continente africano detrás de los Estados Unidos.

Desde el viaje a África que realizó el presidente de la República China Hu Jintao, en abril de 2006, se podría decir que se abre un nuevo neocolonialismo en África. Gracias a este viaje presidencial se firmaron acuerdos para obtener una gran cantidad de explotaciones de petróleo (en Chad, Angola, Nigeria y Egipto) y mineras (en África Central y Sudáfrica). El grado de dependencia comercial de África respecto a China aumenta año tras año.

Los intercambios entre China y África se realizan de la siguiente manera. En primer lugar, China abastece de personal cualificado para la realización de obras, transferencia de tecnologías y productos manufacturados, para trabajar en programas de ayuda a la construcción [oficialmente son cerca de 25.000 millones de dólares en el 2013]; China obtiene como contrapartida los recursos naturales africanos como el petróleo, la madera y los minerales [15% de sus importaciones de minerales, según fuentes chinas]. Cabe destacar que más de 2.500 empresas chinas operan en África. Esta forma de intercambio podemos calificarlo como “neocolonialismo”, al igual que lo realizado por las potencias europeas (Gran Bretaña, Francia, Portugal y Bélgica) en el s. XIX, África vuelve a vivir una nueva forma de colonialismo.


Aunque la mayor parte de las exportaciones africanas hacia China son de petróleo, África también exporta madera, metales, minerales y productos agrícolas (a pesar de que mueren millones de personas por falta de alimentos). Al mismo tiempo China exporta hacia África equipamiento para el transporte y las comunicaciones, además de maquinaria y productos electrónicos. De las exportaciones que se dan desde África hacia China, un 70% son de petróleo y gas natural, un 15% de minerales y metales y un 10% de manufacturas.

China se extiende por los países que antiguamente ya fueron colonizados y compra enormes superficies de terreno. La potencia económica china, al ser cada vez más importante, tiene unas necesidades de recursos naturales que superan a las potencias occidentales. Las empresas chinas empiezan a invertir a gran escala en África, pero los ejecutivos chinos no son precisamente modelos de integración: con sus métodos de funcionamiento particulares (comisiones, fraudes, corrupción, daños al medio ambiente, etc.) y el expolio puede tener consecuencias más graves.

En opinión del escritor congolés Mbuyi Kabunda: “África se ha convertido en el nuevo dorado para China”.

La expansión China en Asia.

Actualmente, las relaciones entre la República Popular China y el Sudeste asiático están determinadas, en cierta medida, por el marco histórico de un pasado de dominio y hegemonía china sobre sus vecinos asiáticos.

Uno de los instrumentos más relevantes para el milagro económico chino ha sido el comercio marítimo. Éste le ha permitido a China ser la segunda importadora mundial de petróleo, así como la principal compradora de cemento (el 50% del cemento mundial es importado por China). Así mismo, la República Popular es el tercer país en la importación de acero, el cuarto de cobre, y el quinto de aluminio. Este posicionamiento chino se ha logrado a través de un comercio, cuyos puntos neurálgicos son los estrechos estratégicos del Mar del Sur de China. Dichos puntos son los estrechos de Malaca, Sunda, Lombok y Makassar. Anualmente 50.000 barcos atraviesan el estrecho de Malaca transportando el 25% del total del comercio marítimo mundial. De igual forma, la mitad del petróleo mundial que es transportado por vía marítima pasa por dicho estrecho. Igualmente, la mitad de las importaciones de petróleo chinas provienen del mismo y el 90% del oro negro importado por Pekin llega por vía marítima. Se calcula, además, que alrededor de 6,2 millones de barriles al día eran importados en 2004 y se espera que para 2020 la cifra alcance los 12,7 millones.

China no representa ninguna amenaza para los países del Sudeste asiático en términos económicos, sino que puede constituirse como motor e integrador de la economía regional.

En un escrito del New York Times se decía, ya en junio de 2002, que: “China se está quedando con una gran parte de la inversión extranjera en Asia, dejando a sus vecinos otrora economías boyantes (Tailandia, Corea del Sur y Singapur) con restos irrisorios…Algunos dirigentes asiáticos han expresado su miedo a que el Sudeste de Asia vea su rol relegado al abastecimiento de alimentos y materias primas de China a cambio de bienes manufacturados baratos”.

El comercio de China con la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN), subió, en 2014, un 7,1 % para situarse en 484.000 millones de dólares (388.000 millones de euros), mientras que con Japón se contrajo un 1 %, con lo que se quedó en 315.000 millones de dólares (253.000 millones de euros).

La expansión China en Latinoamérica.

Es más que evidente que China, ya en estos momentos, ocupa un lugar importante en el mercado latinoamericano. En el 2005 invirtió 4.000 millones de dólares en América Latina, lo cual es una cifra relativamente pequeña si pensamos en las potencialidades que pudieran existir en la inversión que realizan otros socios comerciales como los Estados Unidos. Sin embargo, es un tema a tomar en cuenta ya que desde principios del s. XXI hasta hoy en día ha ido en constante aumento, alcanzando los 102.000 millones de dólares en préstamos a América Latina entre 2005 y 2013.

De hecho el comercio bilateral de los chinos con América Latina llegó, en 2014, a los 260.000 millones de dólares, un comercio basado en explotaciones de recursos naturales: petróleo, oro, cobre, hierro, gas, productos agrícolas y préstamos para construir infraestructuras y apertura de mercados para productos chinos.

El comercio con China, en la coyuntura económica mundial actual, ha sido uno de los estímulos más importante que ha tenido el crecimiento económico de la región. Esto debemos tenerlo en cuenta porque realmente China se ha convertido en uno de los principales compradores de materias primas, y esta demanda ha aumentado los precios en el mercado internacional y la economía latinoamericana se ha beneficiado con ella. China, por otra parte, ha desplazado a Japón como el principal socio, o uno de los principales socios de la región. El tema de China es sumamente álgido, hay una serie de valoraciones acerca del papel de China en la región, como que puede colonizar a los países latinoamericanos, o que puede desplazar o desplaza a América Latina de las corrientes de flujos financieros, o el movimiento de las empresas hacia China en busca de mano de obra barata.

En los últimos años el comercio de servicios para América Latina se ha incrementado ostensiblemente, tanto las importaciones como las exportaciones, especialmente en aquellos servicios debido al costo del transporte, seguros y turismo. El año pasado se firmaron algunos convenios por primera vez en los cuales China reconoce destinos turísticos en América Latina. Se ha diversificado notablemente ese comercio pero todavía su naturaleza resulta marcadamente interindustrial, América Latina exporta productos primarios y China principalmente manufacturas.

A medio plazo la apertura de servicios de aquellos sectores tradicionalmente protegidos por el Estado, telecomunicaciones, agricultura y automóviles implican un crecimiento potencial de la inversión extranjera directa y sobre todo porque caen una serie de barreras institucionales burocráticas y financieras que, hasta el momento, habían presionado este desarrollo y a más largo plazo el comercio será mucho menos restrictivo, lo cual influirá fundamentalmente en los sectores intensivos de mano de obra, incluida la manufactura.

Está claro que debemos ampliar nuestro conocimiento de esta realidad y resolver los temas de competitividad que afectan a nuestra región, analizar e impulsar relaciones de complementariedad con China. Como propuesta impulsar alianzas empresariales y tecnológicas, apostar por el desarrollo del comercio, no sólo entre empresas sino también inter-sectorial, sumarse a los procesos actuales de integración regional que se desarrollan en Asia, donde priman intereses nacionales y regionales y estimular las corrientes de inversión en esta dirección.

Según las informaciones recibidas del centro investigador estadounidense GDAE (Global Development and Environment Institute), entre los años 2005 y 2011 los créditos que los bancos chinos concedieron a los países de América Latina y el Caribe llegaron a un monto de 75.215 millones de dólares invertidos en infraestructura de transporte, telecomunicaciones, minería y energía (cabe recordar aquí los 50.000 millones de dólares que la empresa china HK Nicaragua Canal DevelopmentInvestment Co Ltd (HKND Group) va a invertir en la construcción y explotación del nuevo canal de Nicaragua). Los deudores más importantes de Pekín son Venezuela (con 38.500 millones de dólares), Brasil (con 11.731 millones de dólares), Argentina (con unos 10.000 millones de dólares) y Ecuador (con 6.034 millones de dólares).

En la década pasada, las exportaciones del subcontinente al gigante económico han aumentado doce veces, mientras las importaciones han crecido ocho veces. China ya se consolidó como principal socio comercial de Chile y Perú y es el primer destino de las exportaciones de Brasil y Argentina, mientras se ubica como el segundo país de origen de las importaciones de esas naciones. Venezuela, Ecuador y Brasil, en tanto, son sus proveedores de petróleo en el continente, mientras la producción agrícola de Argentina, Chile y Perú encuentra en China mercados con una creciente expansión.

China importa de los países de América Latino los siguientes productos: azúcar, petróleo y mineral de hierro de Brasil, petróleo crudo de Venezuela, cobre de Chile y productos agroalimentarios de Argentina fundamentalmente. Exporta hacia Latinoamérica: tejidos de punto, maquinaria de acondicionamiento de aire y automóviles hacia Brasil, máquinas digitales de procesamiento de datos, aluminio y sus aleaciones a México, buques y calzados hacia Panamá.

El aumento descomunal en las compras chinas de productos de América Latina es en sí un beneficio enorme. El haber encontrado en China un mercado potencialmente enorme cumple con el objetivo de diversificar los socios comerciales que los países latinoamericanos cuentan. Así mismo para China el tener en Latinoamérica un socio comercial potencialmente importante para sus manufacturas constituye un beneficio para los ciudadanos de la región que pueden tener acceso a productos Chinos más económicos. Los altos precios de las materias primas en las que Latinoamérica se especializa debido en buena medida a los mayores volúmenes de compras por parte del gigante asiático representa una buena noticia para las arcas estatales de los países de la región que cuentan con mayores recursos para invertir en programas sociales en sus países.

No obstante, a pesar de los beneficios inherentes a la presencia comercial y financiera de China en Latinoamérica, cabe señalar que estas relaciones no están exentas de polémica y crítica por parte de algunos sectores políticos y económicos latinoamericanos que ven en China no un mercado potencial sino un destructor de empleos e industrias en la región. El hecho de que las manufacturas chinas sean vendidas a bajo precio beneficia indudablemente al consumidor latinoamericano pero daña, severamente, la producción local de aquellos productos que compiten directamente con los del gigante asiático.

En países latinoamericanos como Perú y Bolivia más del 40% del sector minero-energético está ya en manos de empresas chinas y se prevé que hasta el 2025 invertirá hasta unos 250.000 millones de dólares en esta región.

La balanza comercial entre China y los países de América Latina es muy favorable a China. Según señalaba Luis Alberto Moreno (Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo) hace unos años: “Existe un gran desequilibrio en la balanza comercial entre China y Latinoamérica que, en 2010, superó un déficit para la segunda de unos 96.000 millones de dólares”.


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Fuente: http://www.otromundoesposible.net/china-la-nueva-potencia-imperialista/

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